51 estudiantes de entre 11 y 13 años y tres profesores que iban en un autobús escolar por una zona de Italia salvaron sus vidas gracias a dos de los escolares.
El conductor del autocar, un senegalés nacionalizado en Italia, obligó a los maestros a atar a los niños y a quitarles sus móviles. A continuación, roció el autobús con gasolina para prenderle fuego. Pero Ramy, uno de los estudiantes, se había escondido su teléfono y decidió, sin que lo vieran, avisar a su padre de lo que estaba ocurriendo.
Otro de los muchachos, a su vez, logró desatarse y coger un móvil que se había quedado olvidado en el suelo del autocar y con el que pudo llamar al 112.
Los maestros ataron con menos fuerza a los niños situados en la zona posterior del autobús, más alejados de la vista del conductor, para que intentaran liberarse.
Gracias al valor de los dos jóvenes, las fuerzas de seguridad pudieron interceptar en poco tiempo el autocar, que se topó con una de las barreras formadas por varios automóviles de los Carabinieri. Cuando el conductor perdió el control del vehículo, los agentes rompieron una de las ventanas del autobús para que pudieran ir saliendo los pasajeros. Afortunadamente, todos pudieron salir antes de que las llamas se extendieran por el autocar.
Según las autoridades, el chófer, Ousseynou Sy, pretendía conducir el autocar hacia el aeropuerto de Linate para cometer una matanza todavía mayor en venganza por los inmigrantes que mueren en el Mediterráneo.